Sudamericana acaba de publicar la novela "Si te digo te miento" que lleva la firma de Alejandro Agresti, autor de películas emblema del cine nacional, como "Buenos Aires viceversa".
Alejandro Agresti asegura que sus “personajes son parte de una sociedad circo; son payasos y magos, espejos sinceros con la cara dura, esa misma con la que te chocás en cualquier espejo”, y en la novela “Si te digo te miento” cuenta los días de Coco Campos, un personaje de la Buenos Aires de los años ’60 que intenta reconstruir su pasado nublado por una supuesta amnesia ocasionada por un accidente ferroviario.
Editada por Sudamericana, “Si te digo te miento” es la tercera novela del director de películas como “El amor es una mujer gorda” y “Buenos Aires viceversa” y es una trama en la que los recuerdos de Campos, un maquinista al que un sindicalista ferroviario le consigue trabajo como chocalatinero en un cine, van armando un pasado en el que abundan la nobleza, el humor, la picardía y el engaño.
– La memoria, la posibilidad de recordar parecen ser las preguntas sobre las que gira “Si te digo te miento”, pero también la posibilidad de manipular ese recuerdo. ¿Qué lugar te parece que ocupan la literatura y el cine en ese aspecto?
– El cine es muy limitado respecto a la literatura. Está lleno de nomenclaturas artificiales, es medio un hijo bobo y malcriado de la literatura. Por eso que desde sus establos críticos surgen cosas como “Cine Independiente”… ¿Dónde está la literatura independiente?, ¿Dónde está la pintura o escultura independiente? Claro, queda recool decir “yo soy independiente”, pero eso no es más que una falacia propia de un arte en pañales, o algo en pañales que pretende ser un arte. La independencia es de uno, es íntima, no lo vas a ser pegándote una etiqueta en la frente, eso es una mersada. Claro que las artes se nutren del recuerdo, ¿de qué si no? Lo que viviste hace un rato ya es un recuerdo. Y claro que los manipula, rescata y transforma en distintas emociones. Creo que un escritor se acerca al arte cuando manipula su archivo como si fuera plastilina, conservando al niño. Para lo otro tenés al analista.
– ¿Cómo apareció la historia de Coco Campos, ese hombre que se recuerda como un héroe pero también como un perdedor?
– Si existiera ese lugar donde las historias aparecen ya estarían todas contadas, ya lo habrían comprado y le hubieran abierto un bar adelante. Por suerte eso sigue siendo imposible aunque ojo, uno lee tantas cosas parecidas, mimetizadas a ciertos formalismos, que bien puede llegar a sospechar que ya existen clubcitos que se dedican a eso… La historia de Coco surgió de la necesidad de contar. Tu mente revuelve constantemente archivos de impresiones, observaciones, recuerdos y sensaciones hasta que, sobre todo cuando sos escritor, te pide que la ayudes a ordenar en una trama, en un ejercicio de conexiones que disfrutás al tiempo que te sorprende.
– ¿Por qué la decisión de situarte en la década de los sesenta?
– Porque yo era un nene entonces, y a esa edad ves el mundo alrededor tal cual es, todavía no estás comprometido con el simulacro de realidad que te fuerzan a aceptar si querés que te dejen funcionar. Un chico sabe perfectamente cómo entrar y salir de una revista de historietas, a los grandes les cuesta más, se creen un Superman, un Che, cualquier superhéroe altruista o artista famoso con solo repetir el discurso fotocopiado en el que quedan atrapados. Cada vez que necesito pensar en términos de sociedad vuelvo a ese nene que no se engaña, mirando el hoy desde los sesenta en mi caso. Si perdés esa mezcla de inocencia y detector de hipocresía con el que todos nacemos, mejor dedicate a ser político o ese tipo de necedades del mundo adulto.
– Hay muchas referencias a los barrios: San Cristóbal, Villa del Parque y a las diferencias de clase. Coco relata la mirada de sus padres o los de Ethel sobre lo que implica el “progreso” y en ese punto aparecen muchos prejuicios de la clase media. ¿Podemos decir que hay una mirada crítica sobre ciertos aspectos de la clase media porteña?
– Sí, es verdad que hablo de los prejuicios. Aunque no sé si los llamaría de clase media porque la definición me sigue resultando engañosa. Está demasiado orientada a lo económico, digitada a propósito. La historia de la civilización está plagada de genios que surgieron de las familias más pobres, y de perversos patéticos que teniendo la posibilidad de estudiar y el ocio para meditar, han hecho de este mundo un infierno. Uno define su clase por lo que hace con su vida, por el esfuerzo y sus ideas propias. Quien sólo repite las ideas de los demás, o se compra cualquier teoría que le resulte cómoda para brillar, no es de clase media ni baja ni alta, es simplemente un loro mediocre revolviendo vestidos de oferta. En cuanto al “progreso”, trato de diferenciar en la novela al científico del versero. Creo que el que por ejemplo habla del progreso en el arte no sabe lo que dice, o le conviene pensar así porque lo confunde con moda y en ese ámbito puede barajar lo poco suyo. En el verdadero arte solo existe el propósito; ojo al que le venden progreso, le están manipulando la expresión en una dirección, le van a hacer perder el artista que lleva adentro, van a castrarle con aplausos epocales lo que de atreverse a decir en libertad podría ser realmente conmovedor.
– En tu obra, tanto en las películas como en las novelas (sobre todo pienso en “La sonrisa no basta”), el humor y la ironía ayudan a llegar a personajes que están entre la nobleza y la canallada. ¿Coincidís? ¿Qué te interesa especialmente de esos personajes?
– Sí, van y vienen, es difícil ser noble si no ves nobleza a tu alrededor; y es fácil ser canalla cuando te podés esconder tan fácilmente entre multitudes de ellos. Mis personajes son parte de una sociedad circo; son payasos y magos, espejos sinceros con la cara dura, esa misma con la que te chocás en cualquier espejo.
– En la tapa de “Si te digo te miento” hay una foto de Marilyn Monroe con el fotógrafo John Vachon. Buscando referencias de la foto solo encontré que fue tomada durante el rodaje de “Río sin retorno”. ¿Es así?
– Sí, me gusta la imagen porque sugiere mucho de la novela. La mezcla de chanta, muletas, cine de barrio, la realidad y fantasía que hace al cóctel que lleva adentro de Coco Campos.